Que Berlín es una gran ciudad no es necesario decirlo. Una ciudad grande pero a la vez una gran ciudad, cosa que no siempre pasa. Sus altos nuevos edificios que se mezclan con antiguos heredados del antiguo Berlín del Este, le proporcionan una fisonomía curiosa. Una heterogeneidad que también queda reflejada en sus gentes, sus habitantes y los miles de turistas que la visitan contínuamente.
Yo era una de estas turistas visitando Berlín. Por propia naturaleza, suelo asombrarme rápidamente con las pequeñas y grandes cosas de un lugar nuevo para mí. La capital germana no fue una excepción. Los edificios, los grafitis, los trenes, los tranvías, el clima (podía llover a cántaros y salir el sol con sólo diez minutos de diferencia), la gente, las obras y construcciones ( en las calles, en los edificios, en las afueras, en el centro…), los vendedores de recuerdos (supuestamente verdaderos) de la segunda guerra mundial, los vendedores de salchichas (con el gas en la espalda y un paraguas rojo en la cabeza), el orden en el tráfico a pesar del aparente caos, la paciencia germánica cuando un autobús llega 45 minutos tarde (!!)…
La estancia fue corta pero intensa. Hubo visitas a muchos lugares de interés pero sólo me referiré a uno de los lugares que más me impresionó, la Antigua Galería Nacional, situada en la Isla de los Museos. Desde 1968 hay otra, la nueva galería nacional pero ésta quedó pendiente para otro viaje.
El edificio de la “Alte Nationalgalerie” ya es una obra maestra pero… mejor admirad algunas de las magníficas pinturas que hay dentro, en las siguientes imágenes.
Las obras siguientes se encontraban todas en la misma sala, dedicada al impresionismo francés. La emoción al entrar fue enorme y fue aumentando a medida que iba contemplando cada uno de los cuadros.
Aunque sea a través de una pantalla, espero que también os emocionéis.
Podéis disfrutar más obras de la Alte Nationalgalerie en Google Art Project.